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6 d'April, 2021

La PI no es el problema en la producción y distribución de vacunas

Por: Carlos A Conde G - PhD, Docente Investigador

El pasado 5 de marzo el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, en una columna de opinión para el diario británico The Guardian[1] dio un importante espaldarazo a la propuesta presentada por Sudáfrica y la India ante la Organización Mundial del Comercio de eximir a sus países miembros de aplicar unas determinadas disposiciones del acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC) para la prevención, contención y tratamiento de la COVID 19, lo que implicaría entre otras cosas una suspensión temporal de los efectos de las patentes sobre las vacunas de la COVID 19 con el fin facilitar el acceso al sur global.[2]

 

Esto llevaría que cualquier compañía, previo pago de las regalías que se establezcan en cada país, podría producir alguna de las vacunas contra el la COVID 19 sin solicitar un permiso a quienes hicieron posible las vacunas en un tiempo record de menos un año. El espaldarazo del director de la OMS, inmediatamente tomo una gran acogida por organizaciones e individuos quienes siempre han abogado por un acceso libre a tratamientos que sirvan para combatir enfermedades que afectan a los países de ingresos medios y bajos. Algo que pareciera reivindicar su larga lucha contra las patentes sobre medicamentos que tuvieron su inicio cuando se estableció en los acuerdos sobre los ADPIC la obligación de conceder patentes de procesos o producto a cualquier tipo de innovación, incluyendo productos farmacéuticos. Esto tuvo particular importancia en los años 90 en Sudáfrica, cuando se presento una disputa entre farmacéuticas propietarias de patentes sobre tratamientos para el VIH/SIDA, y el gobierno quien buscaba a acceder a versiones genéricas, cuyo costo era muy inferior a los productos patentados, con el fin de contrarrestar la emergencia sanitaria ocasionada por esta enfermedad. Esto llevo a las Declaraciones de Doha de la OMS donde se buscaba sobre todo proteger la autonomía de los Estados en determinar cuando podía licenciarse a terceros la producción de medicamentos protegidos por patentes sin la autorización de sus titulares en casos que constituyan emergencia pública, lo que es conocido como licencias obligatorias. [3]

 

La controversia vuelve a surgir con las vacunas y otros tratamientos para la COVID 19, pues se asegura que las patentes sobre estos productos resultarían en una barrera al acceso a dichos tratamientos para el grueso de la población mundial. No obstante, el problema va mucho más allá de las patentes. En el caso hipotético que no existiera una patente sobre la vacuna, los problemas de producción y distribución no se acabarían. Se ve en las noticias todos los días, como los gobiernos alrededor del mundo han encontrado problemas de distribución de la vacuna a pesar de que existe la disponibilidad de la vacuna ya sea porque se adquieren de manera directa con las empresas o por medio de mecanismos de cooperación internacional como el COVAX. Así mismo, solo un puñado de países en el mundo tienen la capacidad de producir los diferentes tipos de vacunas, muchas de ellas con tecnologías que jamás habían sido empleadas y masificadas como se esta haciendo de cara a la pandemia.[4] Los problemas de distribución en Colombia de las diferentes vacunas, como la poca o nula capacidad del país de producir alguna de las vacunas actualmente disponibles hace prácticamente ineficiente una propuesta como la que presenta Suráfrica y la India ante la OMC.

 

Aun más, si se permitiera importar vacunas genéricas provenientes de países como India, surgirían nuevamente problemas tales como las autorizaciones para comercializar de dichos productos que se deben someter al cumplimiento de los requerimientos de cada autoridad sanitaria, que para el caso de Colombia es el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (INVIMA). Además, se presentarían cuestionamientos frente a si las vacunas genéricas tendrían la misma eficacia y calidad que las producidas por compañías como Pfizer o Moderna.

 

Por esas razones, más allá de las patentes, los problemas más apremiantes en este momento es aumentar la producción de tratamientos altamente tecnificados con la eficacia y calidad requerida. El mismo director de la OMS señala esos inconvenientes en su columna de opinión y puso como ejemplo esfuerzos monumentales que países como Canadá están haciendo para aumentar su capacidad de producción. Así mismo, diferentes países miembros de la OMS, dentro de los que se incluye Colombia, emitieron un comunicado conjunto el pasado 8 de marzo solicitando a la Directora General de la OMC promover el debate más allá de la propiedad intelectual, y enfocarse en: (i) identificar y/o mejorar la capacidad de producción de vacunas en el mundo, (ii) facilitar y promover el licenciamiento y transferencia de tecnología entre innovadores de medicamentos y productores de vacunas; e (iii) identificar cualquier barrera del comercio que impida emplear la capacidad de producción de acuerdo a lo establecido de los acuerdos ADPIC. [5]

 

Esto refleja una clara inclinación a nivel mundial para considerar que la patentes no son el cuello de botella en la producción y distribución de vacunas. Por el contrario, modelos colaborativos de transferencia de tecnología y mejoramiento de capacidades de producción de manera voluntaria parece ser la salida más practica frente a la preocupación de acelerar la vacunación mundial. A manera de ejemplo, compañías farmacéuticas han buscado alianzas con laboratorios a través de licencias voluntarias no exclusivas para producir tratamientos para la COVID 19 como ocurrió en el caso de Gilead, quien logro un acuerdo con compañías genéricas alrededor del mundo para asegurar la producción y distribución del Remdesivir ®.

 

Aunque las patentes generan grandes discusiones en el seno de la OMC, las verdaderas limitaciones que encuentran países de ingresos medios y bajos, como es el caso de Colombia, son la falta de capacidad de su industria de producir vacunas para la COVID 19 y las dificultades de distribuir las mismas a lo largo del territorio. Traer de nuevo disputas que han sido en parte superadas, lleva a profundizar más las divisiones entre el norte y el sur global, en un momento donde la cooperación internacional es de vital importancia para superar el reto más difícil de nuestro tiempo.

 

 

[1] Tedros Adhanom Ghebreyesus, ‘A “me First” Approach to Vaccination Won’t Defeat Covid | World Health Organization | The Guardian’ (The Guardian, 5 March 2021) <https://www.theguardian.com/commentisfree/2021/mar/05/vaccination-covid-vaccines-rich-nations> accessed 24 March 2021.

[2] Council of TRIPS (WTO), ‘Waiver from Certain Provision of the TRIPS Agreement for the Prevention, Containment and Treatment of Covid 19 (Communication From India Nd South Africa)(IP/C/W/669)’ (WTO, 2 October 2020) <https://docs.wto.org/dol2fe/Pages/SS/directdoc.aspx?filename=q:/IP/C/W669.pdf&Open=True> accessed 24 March 2021.

[3] Carlos Augusto Conde Gutiérrez and Luisa Fernanda Herrera Sierra, ‘La Estandarización Internacional de Las Patentes y Sus Efectos En El Acceso a Medicamentos’, Derecho de Patentes (2016).

[4] Para un estudio sobre capacidades en la industria farmacéutica a la luz de la propiedad intelectual ver: Carlos Agusto Conde Gutierrez, Innovación y Capacidades En La Industria Farmacéutica: Una Perspectiva Desde Colombia (Universidad Externado de Colombia 2020).

[5] General Council (WTO), ‘Enhancing the Role of the WTO in the Global Effort Toward the Production and Distribution of Covid 19 Vacines and Other Medical Products (Comunication from Australia, Canada, Chile, Colombia, New Zeland, Norway and Tukey) (WT/GC/230)’ (2021).